La gran ola de Kanagawa, Katsushika Hokusai
Título: | La gran ola de Kanagawa |
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Título inglés: | Under the Wave off Kanagawa (Kanagawa oki nami ura) |
Ubicación original: | The Metropolitan Museum of Art, Nueva York, EE. UU. |
Año: | 1830–1832 |
La estampa "La gran ola de Kanagawa", creada por Katsushika Hokusai entre 1830 y 1832, ilustra una ola colosal (posiblemente un tsunami) a punto de engullir unas frágiles embarcaciones con sus marineros; pero, más allá de su impacto visual, transmite una tensión profunda entre el ser humano y las fuerzas imprevisibles del universo. Esta lucha evoca, quizás desde la mitología japonesa, el conflicto entre Izanagi y la marginada y denostada Izanami. También resuena con fuerza el enfrentamiento entre Susanoo, dios del caos, la tormenta y la furia, y su hermana Amaterasu, diosa del sol, de la estabilidad y de la belleza. En esa curva violenta de la ola tal vez se condensan siglos de equilibrio quebrado, de desobediencia y de una naturaleza violenta y sinuosa (siempre en movimiento) que llena la vida del hombre de miedo y de una constante incertidumbre en medio de la precariedad. La enorme onda marina, con sus crestas afiladas como garras y su estructura en espiral, se convierte en protagonista absoluta y, con un impresionante impulso renovador, nutre la pasividad estética de las imágenes tradicionales del ukiyo-e. Al fondo, el monte Fuji aparece pequeño pero majestuoso, firme e imponente como un axis mundi, un eje espiritual y geométrico que estabiliza todo, da balance a la escena y, al mismo tiempo, ofrece un punto de apoyo a la composición.
Este grabado pertenece a la serie "Treinta y seis vistas del monte Fuji", donde Hokusai incorpora la perspectiva occidental, posiblemente influido por grabados holandeses que llegaban a Japón a través del puerto de Nagasaki, exactamente a la famosa isla artificial de Dejima, creada por el shōgun Tokugawa Iemitsu en el año 1634. Su obra anticipa dinámicas visuales de la física moderna: en esta composición, la ola parece suspendida en el tiempo, un instante congelado de energía en movimiento, casi como si captara el colapso de una función de onda en mecánica cuántica. Técnicamente, la precisión del azul de Prusia importado y su uso de la xilografía a múltiples planchas revelan una conciencia química del color inusual para su época.
Aunque encuadrada dentro del ukiyo-e, esta estampa rebasó sus límites formales, narrativos y nacionales al influir en el arte occidental, especialmente en pintores como Claude Monet, Gustav Klimt y Henri Rivière. Si bien el ukiyo-e nació como arte popular urbano, esta obra maestra del arte japonés se convirtió en una imagen casi mística, apropiada por el arte contemporáneo, la publicidad y la cultura digital. Su fuerza reside no solo en su estética, sino en su capacidad de adaptación simbólica: desde ser el emblema del Japón eterno hasta ser un objeto de contemplación ecológica moderna. El equilibrio entre caos y control que traza Hokusai en esta obra es una sinfonía suspendida, un canto visual a la tensión inevitable entre lo inmóvil y lo que fluye, entre la quietud que anhela durar y el oleaje de lo incierto; una belleza que no teme quebrarse, sino que encuentra en esa fragilidad su forma más pura y natural.